martes, 9 de noviembre de 2010

Muchas cosas aprendí.. by Quim Pedret


Mi infancia son recuerdos de un patio cerrado pequeño y gris, lleno de cemento y carbón, de un limonero, de unos azotes, de gritos, de malas miradas y de interminables silencios. Unos grandes silencios. Pero seguro que aprendí algunas cosas.
Ojalá me hubiera pegado con las manos, porque así al menos me hubiera tocado Hubiera sido una demostración de afecto o desafecto, de amor o desamor. Si así hubiera sido, hubiera recibido algo de él, aunque fuera un buena ostia, pero ni siquiera un golpe en la cara.
Igual yo hubiera preferido una media caricia, una media ostia o sea un te quiero a medias hijo mío. Pero luego, con la edad una sonrisa o un abuelo que ya ni mordía, ya era demasiado tarde. Si a vosotros os pegaron y la vez recibisteis alguna caricia de vuestro padre, esto fue una gran suerte.
Ahora se que es muy triste cuando de niño, no se tiene ni siquiera una caricia, ni tienes y encima eres un NADA. Ni un te quiero. A veces creo que fui como un paria o como si no hubiera nacido, o hubiera nacido tarde y mal. Ya no sabía que creer. Pero no importa, porque aprendí bastantes cosas. Ahora creo en otras cosas.
A los nueve años me dejaron olvidado en una caja grande llena de curas en conserva casi todos maricones de vicio. El, el tirano le llamó ‘La buena Educación’ como la misma de Almodóvar y fregándome en la cara lo caro de un buen internado, pasaron los años. Eso si, era y es un gran y buen internado. Posiblemente el mejor y el más caro. Si, tuve en teoría la mejor educación en el exilio, ¿Pero de que coño sirvió el exilio? ¿O si sirvió?
En el internado algunos ‘compañeros’ me humillaban, habían buenos, regulares, chicos malos, medio mariposones y casi todos los curas eran como mínimo “voyeurs”. Ahora a la mayoría de ellos les llamarían asquerosos pedófilos. Te tocaban, nos tocaban y nos decían que al tocarnos nos íbamos a entregar a Dios y así el ‘Creador’ (vaya coña) no se enfadaría con nosotros. Creo que me dejé tocar un poco, pero supe defenderme a tiempo, porque aprendí a escaparme. Sé que es duro y tenía de ser fuerte. Soy fuerte. Pero aprendí hacer mi mundo. Muchas cosas aprendí.
Y en la soledad de mi habitación me preguntaba: ¿Soy un polvo perdido?
Y sólo en mi imaginación podía preguntarle al tirano; “¿Tanto te molestó pegar un polvo con mi madre?”… ”Si a final te has desecho de mi”
Por miedo y con pánico solo podía imaginar, aprendí a pensar. “Ojalá me hubieras ignorado”. Y con los años, también fue demasiado tarde.
Ni de el, ni de mi imaginación tuve respuestas. Jamás tuve respuestas. El hablaba poco y mal, con una mezcla inconcreta de verborrea de un asqueroso olor de tabaco, mezclado con colonia y alcohol lleno de vicio y de rabia. Nunca entendí su rabia. Pero muchas cosas aprendí.
Nunca he llegado a saber que daño le pude hacer yo a los dos años para recibir de el las primeras ‘ostias’. Y vendrían más. Con el cinturón, con la mano no. Igual mi carne no le gustaba. Le eran más suculentas otras carnes masculinas y más tiernas. No lo se. Igual ni importa.
Mientras los demás se cruzaban de brazos yo iba perdiendo mi infancia, incluso perdí los olores. Perdí lo que ahora de mayor me emociona.
Ahora juego a ser el niño que soñaba con el tren que nunca tubo. Igual ahora soy el niño que nunca quise dejar de ser.
Cuando paso por la cocina y siento el olor a comida de mi mujer o el olor al temido pescado, es algo maravilloso. Esto se que no lo viví y no se aun si puede añorar lo que no tuve.
No sé. Pero…ahora me emociono. Ahora lloro, en la soledad saboreo el llanto, pero son otros lágrimas. Son en silencio. Un silencio voluntario. Ahora es un silencio de felicidad porque al fin, después de aprender muchísimas cosas entendí, que la vida es eso: VIVIR, aunque a veces te hayan jodido. Y mucho.

Quim Pedret

No hay comentarios:

Publicar un comentario